viernes, 26 de abril de 2013

Firmado: Ada

Aprendimos a bailar el tango al son de una película en blanco y negro reproduciéndose en una de esas televisiones antiguas de caja de madera cuyo mando a distancia eran nuestros propios dedos. 

Recuerdo, a la perfección, como el salón olía al tabaco de vainilla que fumabas en esas viejas pipas de colección que te hacían parecer sacado de cualquiera de los libros de Conan Doyle. 
Por aquel entonces yo no era muy alta, bueno, en realidad mido 1.55 así que lo que se dice alta nunca he sido, pero en aquellos días todavía mi estatura era menor, motivo por el cual cada vez que me tropezaba o iba a pisarte me elevabas en volandas y me enseñabas cuál sería el próximo paso para que aprendiera a bailar.

Me críe en aquel salón de muebles de madera repletos de libros de páginas amarillas con olor a historia, porque tú me enseñaste que los libros no olían a antiguos o viejos, olían a historia, a aventuras, a recuerdos... Me emocionaba, incluso más, cuando me contabas cómo había llegado ese libro a tu casa que cuando me lo leía. 

Aprendí a vivir eclipsada por las fotos y las diapositivas (que cada viernes pasabas en tu habitual sesión de "cine" en el salón) de todos los viajes que hiciste: Perú, China, Rusia, Hungría, Angola, Canadá, Estados Unidos, Francia, Grecia, Turquía... y sobretodo Argentina. Aún recuerdo como me contabas que el motivo esencial por el que te enamoraste de Iris era la manera que tuvo el día que te conoció de bailar contigo un tango . Uno de esos tangos de verdad que se bailan pegados reproduciendo una escena en la que la pasión, la fuerza, la magia, la rabia y el amor se fusionan para hacer parecer dos cuerpos uno sólo vibrando al mismo son. Aún recuerdo cómo me decías siempre que me parecía a ella cuando era joven. 

Sí, aprendí a bailar un tango en tus brazos mientras me contabas la historia de tu vida. Y desde entonces nunca dejamos de bailarlo cada vez que nos veíamos tú y yo. Porque tú siempre entendiste mi forma de vivir de extremo a extremo del país, siempre cambiando de casa. ¿Cómo no iba a ser así habiendo crecido contigo? Tenía a quién parecerme... Hoy he vuelto a casa, ¡qué vacía está sin ti! pero no estoy triste, aunque ya no estés, porque siempre estarás en cada tango, en cada foto, en cada viaje y en cada libro con olor a historia. ¡Eras muy grande abuelo! ¡Muy grande! =) 

 Fdo: Ada.

No hay comentarios: