domingo, 28 de abril de 2013

La nariz de Ada



Se mira y sonríe. El mundo ve una nariz de payaso, pero el reflejo que del espejo le devuelve sabe que tras esa bola de tela que adorna la cara de Ada hay escondido mucho más, hay un poquito de infancia, un mucho de entusisasmo, una pizca de autosuperación, un hueco para la esperanza y un abrazo de libertad. 

Enfila la marcha camino de la residencia. Los días de lluvia a algunos ancianos les da por recordar. Hoy hablaran de sus historias alegres y darán esquinazo a la soledad. Hoy ganarán la batalla a la melancolía y, aunque, sabe que hay personas a las que no les gustan los payasos, no hay excusa para no hacerles sonreír, cuando se tope con ellos, aunque se quite la nariz, su alegría contagiosa seguirá guardando ese matiz rojo esperanza.

viernes, 26 de abril de 2013

Firmado: Ada

Aprendimos a bailar el tango al son de una película en blanco y negro reproduciéndose en una de esas televisiones antiguas de caja de madera cuyo mando a distancia eran nuestros propios dedos. 

Recuerdo, a la perfección, como el salón olía al tabaco de vainilla que fumabas en esas viejas pipas de colección que te hacían parecer sacado de cualquiera de los libros de Conan Doyle. 
Por aquel entonces yo no era muy alta, bueno, en realidad mido 1.55 así que lo que se dice alta nunca he sido, pero en aquellos días todavía mi estatura era menor, motivo por el cual cada vez que me tropezaba o iba a pisarte me elevabas en volandas y me enseñabas cuál sería el próximo paso para que aprendiera a bailar.

Me críe en aquel salón de muebles de madera repletos de libros de páginas amarillas con olor a historia, porque tú me enseñaste que los libros no olían a antiguos o viejos, olían a historia, a aventuras, a recuerdos... Me emocionaba, incluso más, cuando me contabas cómo había llegado ese libro a tu casa que cuando me lo leía. 

Aprendí a vivir eclipsada por las fotos y las diapositivas (que cada viernes pasabas en tu habitual sesión de "cine" en el salón) de todos los viajes que hiciste: Perú, China, Rusia, Hungría, Angola, Canadá, Estados Unidos, Francia, Grecia, Turquía... y sobretodo Argentina. Aún recuerdo como me contabas que el motivo esencial por el que te enamoraste de Iris era la manera que tuvo el día que te conoció de bailar contigo un tango . Uno de esos tangos de verdad que se bailan pegados reproduciendo una escena en la que la pasión, la fuerza, la magia, la rabia y el amor se fusionan para hacer parecer dos cuerpos uno sólo vibrando al mismo son. Aún recuerdo cómo me decías siempre que me parecía a ella cuando era joven. 

Sí, aprendí a bailar un tango en tus brazos mientras me contabas la historia de tu vida. Y desde entonces nunca dejamos de bailarlo cada vez que nos veíamos tú y yo. Porque tú siempre entendiste mi forma de vivir de extremo a extremo del país, siempre cambiando de casa. ¿Cómo no iba a ser así habiendo crecido contigo? Tenía a quién parecerme... Hoy he vuelto a casa, ¡qué vacía está sin ti! pero no estoy triste, aunque ya no estés, porque siempre estarás en cada tango, en cada foto, en cada viaje y en cada libro con olor a historia. ¡Eras muy grande abuelo! ¡Muy grande! =) 

 Fdo: Ada.

Añoranza


El sonido de la lluvia repiqueteaba tedioso, constante, tranquilizador, casi acompasado al tic-tac de un viejo reloj de pared que, olvidado por por un antiguo conocido, decoraba el salón.

 En el sofá, junto a un tazón de chocolate caliente, último vestigio del invierno, una mujer leía uno de esos libros con historia de hojas amarillentas y olor a humedadPodríamos decir que el ambiente era similar al de aquellos silencios triples de los que hablaba Rothfuss en El nombre del Viento.

En la estancia se mezclaban varios olores. Por una parte se podía apreciar cierta esencia de romero, tomillo, pino, humo de leña y tierra mojada; pero, por otro lado, también olía a chocolate, cigarrillos y perfume de mora dulce.

 "Es curioso con qué facilidad olvidamos ciertas sensaciones"- reflexionó en voz alta. 

La principal ventaja de haber regresado unos días a su pequeña casa en Asturias era que podía expresar lo que pensaba en voz alta sin que nadie le hiciera preguntas. Sabía que Melissa y Ella podían entender perfectamente la libertad absoluta que sentía cuando decidía perderse en mitad de las montañas, en aquel pueblo pequeño donde había crecido, un lugar lleno de recuerdos alegres y tristes encerrados en un baúl profundo de si misma. 

Su pueblo era un lugar tranquilo de casas bajas hechas de piedra , perdido entre grandes árboles. Apenas contaba con una centena de habitantes, casi todos ancianos simpáticos encantados de verla otra vez y recordarle las correrías de sus abuelos. Eran gente sencilla, antiguos pastores, labradores y herreros cuyos viajes más lejanos eran los que recordaban por las historias, libros y vídeos de los abuelos de Ada, probablemente los únicos extranjeros a los que llamaron paisanos, a los que consideraron familia. Resultaba cálido y triste, al mismo tiempo, volver a aquel lugar. 

Se desperezó lentamente y dejó el libro sobre la mesa, se acercó al tocadiscos que había junto una de las miles de estanterías que abarrotaban el salón, todas ellas repletas de libros, claro; y escogió un vinilo desgastado por el tiempo en el que había una fotografía en blanco y negro de un hombre con sombrero y casi no podía leerse: Carlos Gardel.

La gramola comenzó a sonar y una lágrima asomó su rostro. No estaba del todo triste, era más bien añoranza

domingo, 21 de abril de 2013

Soledad

Registró los cajones de su mesa de estudio hasta encontrar una cajetilla de Black Devil ya casi olvidada. Tenía Lucky a mano pero lo cierto es que el olor dulzón del chocolate de aquellos cigarrillos azabaches parecía ser más apropiado en esta situación. Las ventanas del piso estaban abiertas de par en par y dejó que el humo se escapara y bailara con el viento hasta acabar desvaneciéndose por completo.

Por un instante, sólo por un instante y en la absoluta soledad de su casa, sonrío y dejó caer una lágrima al mismo tiempo.

Necesitaba estar sola.

viernes, 19 de abril de 2013

Vértigo

Vértigo ¡que el mundo pare! que corto se me hace el viaje.
Y ahora cambiemos el mundo, amigo, que tu ya has cambiado el mío.

:)

Ojalá me quieras libre

Ojalá me quieras

yo te querré deshecho, te querré en la roca viva, te querré en todos los versos que no quieran tus pupilas. Yo te querré en la acequia, te querré en la cumbre fría, te querré cuando el fantasma de tu voz venga a por mí.

jueves, 18 de abril de 2013

La historia

"Voy a contarte una historia" Le dijo Melissa a Ada.

Y comenzó:

«Sólo hay dos opciones»- dijo aquel personaje sosteniendo su mirada.
Cerró la puerta y, mientras lo hacía, dejó caer una lágrima de su rostro que, furtiva y llena de sentimiento, se precipitó contra el suelo. Le hubiera gustado que aquello no sonara tan definitivo, que no se acabara tan pronto, que no muriese antes de empezar.
Respiró profundamente, como si tratase de liberar de su mente cada idea, cada recuerdo, instante o pensamiento. Sé que querría haberse desmayado para no sentir esa quemazón que subía desde la garganta hasta sus ojos, ahora las lágrimas brotaban hacia dentro, se sentía vacía, apunto de desvanecerse, como si el mundo se hubiera roto. No quería decir adiós, pero tampoco quería abrir todas las barreras. Aquel era un sentimiento esofágico, uno de esos sentimientos que no empiezan en la boca del estómago si no algo más arriba, uno de esos que se tienen sólo cuando algo verdaderamente te importa, cuando merece realmente la pena.
Aquella historia, por lo visto era  blanca o negra. No tenía matices de gris. Un gris que, sin embargo, sí existía para ella y que durante la oscuridad de un instante efímero y eterno le había devuelto ciertos alicientes al mundo, cierta magia, que creía extinta.

 Melissa miró a Ada que la observava con cara de preocupación: "Me gustaría decir que todo era sencillo, que había un camino correcto y otro equivocado, que Ella, en esta ocasión podría salir airosa, pero no era así. No era fácil, nunca lo había sido".

Hubiera matado por un black devil en aquella ocasión y mira que no fumaba. Eso era, un cigarro. Si aquella historia pudiera haberse definido de algún modo sería así, una llama que lentamente consume todo mientras libera un sentimiento, un olor y un recuerdo que resultan agradables, que no queremos que se acaben y que si perseguimos acabaran matándonos pero, al mismo tiempo, devolviéndonos la vida "de algo hay que morir". 
Sólo habían dos opciones, y para ella, no eran las mismas. En su mundo sólo podía explicarle su gris y tratar de que lo comprendiese y lo aceptase o, simplemente, dejar que se consumiera. Como "para la última opción siempre había tiempo" trataría de explicarle los matices de su gris y si, sólo si, no era posible que los concibiese entonces y sólo entonces dejaría que aquello acabase como siempre pensó, como nunca quiso, con un adiós que sonaba a "África- Toto"
Y es que Ella comprendió hace tiempo que la vida no era mejor o peor, sólo tenía más o menos alicientes, y perderse aquella historia desde luego sería perder uno de los mayores alicientes que se había encontrado, pero si no quedaba otra opción lo quedaría más remedio que aceptarlo.
Ada miró a Melissa perpleja. 
-¿Y que pasó?- preguntó rompiendo un silencio que Mel parecía haber dejado expresamente para eso.
- No te voy a mentir, aún no tengo ni idea, tendrás que preguntarselo a Ella. Dicho lo cual cogió su bolso y se puso a retocarse el maquillaje antes de marcharse. 
- Mel...¿Qué crees que pasará?- Dijo entonces Ada
- Me gustaría decirte que comprenderá su gris y seguirán escribiendo una historia épica y peculiar, pero lo cierto es que tengo la sensación de que en esta ocasión sólo existe blanco y negro y que, en cualquiera de los casos, Ella saldrá perdiendo pues se quedará sin el gris.

Cerró la puerta tras de sí y dejó en la casa cierto vacío,cierta tensión teñida de esperanza y de miedo.

- Ojalá te equivoques- Dijo Ada- Ojalá aquel personaje vea el gris.



martes, 16 de abril de 2013

Enigma

El sonido del agua de la ducha había dejado de acompañar la melodía "Lade of the Lake" de Enaid y comenzaban a escucharse los primeros acordes de un sólo de guitarra magnífico de Era. Retiró el vaho del espejo y se miró. ¿Cuántos años habían pasado?, a veces tenía la sensación de que en ese cuerpo joven se encontraba alguien que escondía mucha más edad.

Dejó el Albornoz caer. Se miró enteramente desnuda, de frente, de perfil... sobraba un poquito de carne aquí, faltaba un poquito allá y en determinadas zonas la gravedad estaba claro que hacía acto de presencia, pero... tampoco estaba "tan mal".

Comenzó a vestirse y de pronto cierto sentimiento de ansiedad, de esa que se parece a la euforia, apareció en su rostro y, por un instante, se podía deducir qué edad real tenía.

 Se había vuelto a topar con un enigma que estaba dispuesta a resolver.

domingo, 14 de abril de 2013

El Mundo bajo sus pies

Por un instante liberó sus pensamientos, dejó de hacerse preguntas, inspiró profundamente dejando que todo el viento del mundo llenara sus pulmones, bajó la guardia. 

Olía a pino, a tierra mojada y a especias. Era un olor familiar y al mismo tiempo desconocido, tenía toques subjetivos de libertad, paz y tranquilidad. Olía a amistad a ese "algo" que mueve a las personas a conocerse y querer formar parte de la historia de otro, pero también a confianza. Una de esas confianzas ciegas e irracionales que, sin saber por qué, se tienen con un ser que bien podría haber salido sus sueños. 
No hablo de amor, no es eso. El amor, al menos para Melissa, se basaba en conocer bien a la otra persona y amar tanto sus virtudes como sus defectos, lo que sintió fue más una conexión especial, algo que hace que sepas que la otra persona será una pieza clave de tu existencia, hablo de chispa, de... no sé si sabría definirlo, no sé si ella misma hubiera podido hacer algo más que sentirlo. 

Melissa espiró, dejó escapar hasta la última brizna de viento de su interior, observó a su acompañante. "Tiene luz"- confirmó para sus adentros. Abrió los ojos y sonrió. 

- "Es bonito el silencio ¿Verdad?, hay gente que no sabe valorar esos minutos de calma"- Dijo al fin, comenzando una conversación.

Su interlocutor la miró y le devolvió la sonrisa.
No hicieron falta más palabras. Se limitaron a mirar el mundo bajo sus pies.