martes, 31 de agosto de 2010

Ella y Ada

Llega casa cansada y con ganas de escapar. Se mete sigilosa en su cuarto y se esconde bajo las sabanas ¡no es como una cría sigue siendo una niña chica aunque su cuerpo diga lo contario!, tiene sueño, está asustada, se siente perdida y necesita escuchar que todo saldrá bien, aunque jamás reconocerá que hoy se siente vulnerable... Ada lo ha visto y aunque Ella lo ha hecho bien, Ada ha escuchado sus pasos, sabe que está mal, siempre sigue los mismos patrones cuando el mundo consigue vencerla. Se acerca a su cuarto, se cuela en su cama la abraza fuerte y susurra en su oído ese «Todo saldrá bien» que Ella estaba esperando. Hoy ninguna dormirá sola, quizás así, al llegar mañana, cuando despierte el sol y las encuentre juntas, su suerte cambie y se espante el miedo trayendo consigo un saco de esperanza.

En casa


Se sentó en el sofá y recordó los ultimos días por carreteras secundarias repletas de infitas curvas. Había sido un gran verano, el hastío del calor la había arrancado de las fauces de Madrid, primero hacia el sur y más tarde hacia el norte. Un anuncio hizo que volviese a la realidad y decidió apagar el televisor y terminar de saborear aquel café de sobremesa con la banda sonora de su memoria. La costa murciana y , en consecuencia, el Leyendas del Rock (inundación incluida) habían sido el primer destino de aquel viaje descabellado en la Harley de su padre pero, sin duda, no el último. Al acabar la primera noche tras el último concierto ,que pasó en vela con nuevas caras y viejos amigos, recogió sus cosas y partió rumbo al norte. Visitó Valencia, Teruel, Zaragoza, Irati, Pamplona y San Sebastián. Hizo noche en pueblos pequeños y trató de recorrer multitud de caminos secundarios. Recordaba divertida un fin de semana en Esparza de Salazar donde coincidió con un par de chicos y una muchacha que parecían estar pasando unas breves vacaciones en la cabaña situada junto a la suya. Todas las noches hacían cachimba y reían divertidos recordando anécdotas del día, siempre que pasaba junto a ellos saludaba y ellos trataban de invitarla a beber. ¡Gente maja aquellos chicos que pensaron que era vasca!

Recordaba, también, cómo diluviaba el día que llegó a Tafalla y cómo una viejecita se apiadó de ella porque le recordaba a su nieta. Pasó toda la noche hablando con aquella mujer, se llamaba Milagros y su vida desde luego hacía honor a su nombre. Era dificil olvidar su cándido abrazo la mañana siguiente al partir y cómo había llenado su mochila de bocadillos porque en su opinión se estaba «quedando en los huesos». Sí. «un gran viaje» pensó para si misma mientras terminaba el café. Por suerte todos los viajes acaban en casa y lo cierto es que no hay nada como llegar al hogar después de mucho tiempo incluso cuando ese tiempo ha sido tan emocionante, agradable, divertido, mágico y entrañable como el que Mel había pasado fuera. Su piso era, como rezaba Ikea, «La república independiente de su casa» y sin duda, aún con todo, lo había echado de menos.

Se levantó del sofá limpió la taza y agarró el teléfono para llamar a Ada y a Ella, sólo cuando llegasen estaría verdaderamente en casa.

Café con Ella

Por algún motivo. Quién sabe: Aroma, sabor o todo aquello que implica. La palabra café y todos sus posibles significados conseguían calmarla incluso en días como hoy en los que todo era negro aunque brillase el sol.

Todo el mundo tiene una manía o una adicción: Tabaco, alcohol, colecciones, supersticiones, animales... en su caso era el café. El café le daba vida.

Además una de las pocas cosas que compartían las tres era aquello: Su pasión por el café, por el café con Ella.

martes, 10 de agosto de 2010

El dolor de Ada


Lo peor no era haber pasado tres horas nadando contra las olas en una playa desierta a las 6 de la mañana. Lo peor era que aún no se había desahogado lo suficiente ya estaba exhausta. Lo más horrible no era estar sola en aquel lugar donde crecieron las dos, o la decepción que cargaba a espaldas. Lo más doloroso es que había sido su confidente, su amiga, su hermana durante casi 20 años y lo peor era que sabía de sobra a aquel punto final no le seguirían dos puntos suspensivos...

Se puso la chaqueta y, mientras el viento despeinaba sus rizos del color del fuego a la par que el sol comenzaba a subir sobre el horizonte pensó:«Lo más doloroso no es perder un amor, lo más doloroso es perder un amigo» y dejó que la última lágrima por Idoia recorriese su rostro en busca del mar

lunes, 9 de agosto de 2010

Kilómetro Cero



Melissa dejó la moto y entró en un pequeño bar de pueblo. Pidió un café (estaba amaneciendo) y en la radio comenzó a sonar kilómetro cero... su vida, su ciudad, su alma, sus recuerdos... ¡Como recordaba el amor que le profesaba a Madrid cuando estaba lejos...!

Tú y yo


Tú y yo. Yo y tú. Mis manos recorriendo tu espalda hasta llegar a tu centro desde donde te controlo y te miro con cara burlona mientras tus labios dejan escapar un gemido furtivo. Yo y tú. Tú y yo. Noto como me vistes con un traje de besos desde mi volcán más profundo hasta llegar al océano de mi boca mientras tus manos coronan la cima de mis senos. Aire entrecortado, escalofríos, me dejo vencer por la necesidad de encontrarte y cabalgo contigo en busca de ese 7º cielo al que llaman orgasmo, pero no es un viaje monótono, hay curvas: las tuyas y las mías, las de la cama, la pared y el mostrador de la cocina... No hay lugar que se salve de nuestra pasión, te siento, y del mismo modo que el mar al chocar contra la costa devuelvo violenta y juguetona cada uno de tus movimientos, primero más lentos después más violentos: sedientos... si. Sedientos. Tengo sed de ti del agua de cuerpo, de nuestros choques de titanes acompasándose en un mismo latido: el nuestro... hasta que de pronto ocurre. Fuegos artificiales y el final de nuestra función privada. Se cierra el telón y dejo de oponer resistencia, creo que puedo tocar el cielo con la punta de mis dedos, dedos que recorren todo tu cuerpo, grito en silencio, palidezco, te araño y finalmente descansamos... Me abrazas, te beso... ¡Cuánto te he echado de menos!

Carretera hacia el infierno


Un viejo bar, muchos recuerdos, y el humo del tabaco ajeno con sabor ayer. En la mano una copa de bourbon, de esas que Melissa solía degustar cuando aún era adolescente y algo más ingenua, pero, sobretodo, cuando tenía el corazón algo menos roto. Sonaba AC/DC. El bar estaba cerrando y despedía la noche justo cuando ella la comenzaba. Aún recordaba aquellos días en los que las 3 y media de la mañana se consideraban hora golfa y las 7 una hora decente para madrugar. Ahora las 3 eran la hora de salir y las 7 una hora temprana para regresar.

La ciudad vibraba, el verano sabía a fiesta, y en el ruta 66 las motos y los mapas cada vez incitaban más a un viaje. Un viaje no muy largo, que ya se sabe la economía es poca, pero, a fin de cuentas, un viaje. En ese momento recordó cómo hacía poco alguien le había dicho aquello de «a todo el mundo le viene bien largarse lejos». Lejos... si. Eso es lo que quería ella, irse lejos y sin embargo, ahí estaba, en su viejo bar, con sus antiguos mapas y sus más que conocidas motos sobre la vitrina expositor.

La camarera llamó su atención, una mujer muy simpática con una trenza larga y el pelo muy corto. Era una vieja conocida.
-¿Puedo hacer algo por ti?
Melissa sonrió
- Ya lo has hecho.

Dejó una propina y con las mismas cogió el bolso, pegó el último trago de bourbon y se dispuso a hacer una maleta ligera para coger la gran Harley de su padre que ahora andaba acumulando polvo en su garaje. No sabía dónde iría, ni tenía claro cómo o con quién dormiría, lo único que sabía es que ya era hora de escapar de la rutina de antaño. Ya era hora de pisar fuerte con sus tacones y largarse una semana a tomar por culo de Madrid. A comerse el mundo con su Harley, sus zapatos y su espiritu rockero. Ese que aún hacía que bebiera bourbon,cerveza y tuviera ganas de soñar despierta al ritmo de los acordes de Highway to hell.

No sabía si aquella autopista sería hacia el infierno pero desde luego si tenía claro que sería un viaje MEMORABLE.

miércoles, 4 de agosto de 2010

sexo.


Melissa llevaba todo el día enferma en casa viendo Sexo en Nueva york. Mel era tan Samantha que la serie básicamente merecía la pena sólo por no sentirse la única mujer del planeta que gozaba del sexo sin compromiso sin sentirse una zorra. Porque, en realidad, ¿por qué tener relaciones sexuales con alguien que te resulta interesante pero al que no amas está tan mal visto? y, sobretodo, ¿por qué cuando ese tipo de sexo se veía en televisión parecía tan normal pero cuando era una amiga o uno mismo el que lo tenía parecía tan horrible? Puede que Mel tuviera las anginas como dos puños y llenas de pus, puede que la cabeza fuera a estallarle y que todo su sex-appeal se hubiera desvanecido bajo la camiseta de la selección española de baloncesto con la que dormía, pero desde luego, el mundo sufría de una hipocresía aguditis en su fase terminal. Miles de mujeres veían esa seríe y cantaban canciones como Puta de extremoduro o con letras de reggeton que incitaban al más puro sexo salvaje ¿por qué entonces ella era una zorra y el resto del mundo tenía derecho a juzgarla? Mel se acostaba con quien le daba la gana, cuando le daba la gana, y algunas de esas personas habían llegado a ser grandes amigos (incluso cuando se echaron parejas) ¿qué más daba conocer una mente interesante follándosela que a base de llamadas y quedadas con tensión sexual no resuelta?

Melissa creía en el compromiso, pero sólo en el compromiso después de las fases apropiadas. Sexo, conocimiento, sexo, comprensión, sexo, apoyo, sexo, confianza y después... AMOR y sexo salvaje, pero sobretodo amor con mayúsculas y en letras de Neón en tamaño 72 de la letra IMPACT seguido de múltiples orgasmos. Y como no podía encontrar nadie que entendiera eso, Mel seguía fumando en su ventana mandandole cartas al rey de los sapos esperando quizás, una respuesta del destino. Aunque puede que, en el fondo, ella fuera una de esas personas fóbicas al compromiso que viven su vida como espiritus libres.

una tos la sacó de su ensimismamiento. Se encontraba mal y estaba sola en el piso. ¡Malditas vacaciones de verano, sus niñas estaban por ahí dándose a la buena vida y ella estaba enferma y sola en la casa de sus padres!... echaba de menos el abrazo de alguien que la reconfortara... Ese era uno de los inconvenientes de estar sola, puede que debiera agregar a la lista de fases: ponerse enferma y tener abrazos mimosos por compasión.