martes, 19 de octubre de 2010

sonrisas en el metro

Ada mira a su alrededor y sonríe a cada una de las personas que comparten su vagón. Uno de ellos, un muchacho joven, entre los 18 y los 25 años se ha quedado sorprendido, ha sacado la nariz de los mundos ficticios de su libro y le presta atención. Primero analiza su ropa, jersey de rayas morado, pantalones vaqueros, converse pintorrejeadas con dibujos infantiles, un calcetín de cada color que se intuye entre los agujeros de las converse, va leyendo pero ¿qué leerá?- se pregunta el joven.

Ada ha notado que el muchacho la está mirando, le facilita que vea el libro El clown, un navegante de las emociones cuya portada es una cara con una nariz de payaso. Y de nuevo vuelve a sonreirle calidamente.

Está confuso... ¿la conoce? No, seguro que no la conoce, no se le olvidaría alguien así ¿o si? ¿por qué le sonríe? lo cierto es que tiene una sonrisa bonita, si no fuera tan vergonzoso se la devolvería, pero...¿por qué lo hace? es gordito, no muy alto y no es guapo, así que no puede pretender ligar con él ¿o sí? ¿quizás se ríe de él? pero... esa sonrisa es demasiado cálida ¿qué pretende? vuelve a mirarla y después decide seguir leyendo.

Ada acaba de llegar a su parada, guarda el libro en la mochila, vuelve a sonreirle y sale del vagón.

Levanta la mirada y la busca,¡se está marchando! se ha quedado con ganas de despedirse, fija su vista en ella... «gírate, por favor, por favor, por favor, gírate»

Ada sube las escaleras mecánicas y echa un último vistazo al que hace menos de un minuto era su tren, ve al muchacho con los ojos fijados en ella, sonríe y él alza la mano y la sacude en un tímido «Hasta luego»

Normalmente la gente esquiva las sonrisas en los lugares cerrados, parecen incomodarle, pero... por gente como aquel muchacho lo cierto es que Ada sigue en sus trece (desde que llegó a Madrid) piensa sonreír a todas y cada una de las personas que se crucen en su camino aunque a estas les de vergüenza responder a su entusiasmo contagioso, puede que a base de hacerlo alguien decida sonreír más a menudo.

lunes, 4 de octubre de 2010

Se lo propuso cientos de veces...¡miles!

Se propuso escribir cientos... ¡miles de veces!, pero nunca tenía el valor o la inspiración suficiente. Simplemente, dejó que pasase el tiempo, que llegasen las lluvias y el otoño se vistiera de ocres haciendo, por fin, acto de presencia. Cambió los muebles de su habitación, pintó cada una de las paredes de una tonalidad diferente de azul y dejó que el suelo y el techo siguieran tan blancos como siempre y un buen día se despertó, miró por la ventana y comenzó a escribir. No había recuperado la inspiración y, desde luego, su escrito fue algo pobre, pero era breve y conciso:

Tú, yo. Este fin de semana. Desconectar del mundo en: Toledo, Aranjuez, La sierra ¡dónde quieras! el paraiso nos queda a tiro de Renfe.

Lo selló. Lo mandó y ahora espera respuesta.
Se había propuesto escribir cientos de veces, ¡miles!, y jamás imaginó que fuera tan simple decir: Te quiero