lunes, 16 de mayo de 2011

Murphy, Mel y Madrid comparten M

Madrid.

Madrid es una ciudad muy grande... no, creo que no debería empezar por ahí... veamos.

Melissa es...Sí, ese es mejor comienzo

Melissa es una de esas personas que se arreglan y se ponen sexys o elegantes hasta para comprar el pan o tirar la basura. Es difícil, o mejor dicho, casi imposible, verlas desarregladas por la calle. Disfrutan comprándose mil modelitos y eligiendo cómo los van a combinar, aunque claro, si tienes el cuerpo de Melissa cualquier combinación será la ganadora ya que es harto complicado que algo le quede mal. Pero hoy Melissa se ha saltado sus normas, y es ahí donde entra la explicación de lo grande que es Madrid.

Madrid es una ciudad enorme, tiene como que unos 3.213.271 habitantes, y miles y miles de calles, esto quiere decir que es bastante improbable que si alguien vive lejos de tu barrio (en la otra punta de Madrid) un día, al sacar el pan, te lo cruces. No es como en un pueblo o en una ciudad pequeña como Albacete o Palencia. Madrid te obsequia con cierto anonimato, cierta soledad acompañada, que en ocasiones es perjudicial, pero que, otras veces resulta bastante beneficiosa.

Pues bien, hoy, ¡horror de horrores! Melissa estaba hasta las narices de todo. No había pan en casa, Ada estaba con su novio, Ella no iba a volver hasta las mil de la noche y hacía un repelente calor de espanto. En cualquier otra ocasión habría sido un día perfecto para coger una minifalda, una camiseta de tirantes unas bonitas sandalias de taconazo, el bolso y dinero y largarse a tomarse una cerveza bien fría con cualquier personeja de la lista de contactos de su móvil, pero hoy, hoy era uno de esos horribles días en que te despiertas con el pie izquierdo, suena el teléfono con una bronca familiar, tienes mil tareas pendientes, doscientos libros acumulados sobre el escritorio que tienes que leer y/o estudiar y mil problemas resonando en la cabeza. Uno de esos días en los que te duchas por la noche antes de ir a dormir y prefieres no salir de casa. Pero claro, ¿ya he dicho que no había pan, verdad? bien, pues el pan sería secundario si no fuera porque ¡horror de horrores! no quedaba tampoco café, y, oigan, no hay nada peor que cualquiera de los miembros de la casa de Mel (incluida Mel y sobretodo Ella) se despierte a la mañana siguiente y no haya café que llevarse al gaznate.

Por todo ello Mel ha cogido la primera camiseta que ha visto (una de Metallica que le queda cinco tallas grandes y le robó a uno de sus ex hace ya un par de años, cuando viajaba en un viejo peugeot con la música a todo trapo y sin el permiso de sus padres) unos pantalones cortos rotos, remendados y con miles de parches (de esos que tienes para estar por casa más por el valor sentimental de cuando los cortaste y del tiempo que han pasado contigo, que por lo útiles que vayan a ser) y unas "Converse" más que rotas bombardeadas, no se ha peinado (por lo que parecía el león de la metro) y con sus maravillosas ojeras sin maquillar, sus ojos legañosos y sus pintas ha cruzado la carretera ha llegado al supermercado de la esquina y se ha dispuesto a comprar café.

Hasta aquí, más allá de lo extraño que es que Mel rompa una de sus reglas, no hay nada particular. Pero es que... Madrid tiene también otra cosa, es una de las ciudades que más ama las leyes de Murphy, especialmente el pilar básico de las leyes de Murphy "Si algo puede salir mal, inevitablemente saldrá" y así ha sido, antes de llegar a pagar, Mel se ha topado con él, con el único él por el que hubiera dejado su mundo entero, por ese él que la destrozó, ese por el que los cigarrillos de lucky en ocasiones se encendían sin motivo aparente para los demás, o por el que determinados bares de Madrid estaban prohibidos, ese por el que Melissa y Madrid comparten algo más que la M y, no sé si lo entenderán o no, pero para Mel no hay nada peor que ver un fantasma de su pasado y no poder hacerle frente con un gran look y una fachada a modo de coraza que diga sin necesidad de hablar "todo me va bien no me haces falta" aunque sus ojos tristes recen lo contrario.

Él la ha mirado, la conoce, sabe que hoy no es día para saludarla y aunque ha intentado disimular que la ha visto, Mel se ha dado cuenta, ha pagado el café todo lo rápido que ha podido y ha huido. Al llegar al portal se ha puesto a llorar y ha pensado que Madrid en ocasiones, da asco.

Como me gustaría que algún día supiera que para él, tampoco ha sido un día fácil, que para él siempre estuvo más guapa natural y sin arreglar y que al verla así le ha dado un vuelco el corazón. Como me gustaría que los dos supieran que son idiotas y se comportan como tal aunque vivan en dos puntos diferentes de la ciudad... pero no lo sabrán porque yo, narradora obnisciente, no puedo decírselo y supongo que ese es también el encanto de estos dos cazurros.

1 comentario:

Ayre dijo...

La verdad que las leyes de murphy funcionan muy bien en Madrid, cuando menos te lo esperas...zasca aparecen y te dejan tonto.
Pero bueno si a Murphy le enseñas una tostada a lo mejor se le olvida.