jueves, 9 de abril de 2015

Vida Interior

Hace tiempo que perdió su "vida interior" en algún café entre Leganitos, el Altozano o la Plaza de Santo Domingo. Se le acabaron esas frases tan profundas y complicadas que tenían que ser leídas tres veces, al menos, para tener un sentido.

Hay quien dice que aquello era madurar y que, en dicho proceso, se perdía, normalmente, la sensibilidad y la capacidad creativa. Pero, como siempre, ella lo enfocaba de otro modo. Y es que ya no buscaba vomitar su alma escondida entre cuentos, ni explorar sus sueños de libertad. Ahora era más divertido dejar que la ilusión, la nostalgia, los silencios cómplices y las experiencias hablasen por si mismas sin necesidad de edulcorantes baratos que azucarasen demasiado el amargor agradable de sus veintitantos.

Por supuesto, no habían dejado de existir las noches de "café y estrellas" o las ganas de escribir "cartas sin sello". La cuestión es que ahora no todos los hechos eran igual de relevantes ni merecía la pena darles mayor transcendencia de la que, en realidad, tuvieran. Por eso, escribía menos y vivía más. Por eso, sólo de vez en cuando, algún momento resultaba tan mágico, doloroso, nostálgico o divertido que merecía la pena coger un boli, abrir el blog o buscar una servilleta donde escribir. ¡Ah claro! que ¡esa es otra! tampoco ahora hacia falta que todo lo que pensase acabase en una ventana al mundo. Creo, de hecho, que descubrió aquello de que, muchas veces, era más divertida la intimidad de un cuaderno o la incoherencia del papel que pillase más a mano (fuera este una servilleta, un envase o un pedazo de revista). 

Desde que había ido perdiendo esa "vida interior", poco a poco, había descubierto que no simpatizaba demasiado con quienes sentían de un modo tan enrevesado que aveces necesitaban traducirse a si mismos. Por otra parte, había comenzado a admirar a todos aquellos que trataban de simplificar el mundo y hacer sencillas las relaciones, total, ya era demasiado complicada la vida como para darle más armas al caos. 

Así pues, le dio otro sorbo al café, abrió una pestaña de aquella pelotita de colores llamada Chrome y decidió que era un buen momento para escribir sobre "la vida interior" o más bien su ausencia. No tenía intención alguna de definir aquel término, pues era una referencia para la que no encontraba otro nombre. Simplemente se limitó a escribir sobre lo que sí sabía que, como siempre, eran: su vida, sus reflexiones y sus experiencias. Y a quien no le gustase lo tenía fácil, sólo tenía que dejar de leer su serville...perdón, aquel lugar cualquiera en medio de ninguna parte. 






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