lunes, 27 de mayo de 2013

Nueva apariencia

Hacía tiempo que quería darle un aspecto especial a este lugar. Pero no sabía muy bien cómo hacerlo. Aquella tarde llovía a mares, lo cual era curioso si tenemos en cuenta que estaban a finales de mayo en un lugar en el que, por definición, el agua es un bien escaso. Se paró delante de su mesa, desafió a la pantalla del ordenador y posó su mano en el ratón y entonces... Nada. No llegó la inspiración. 

Lo curioso de las ideas es que vienen o brotan cuando ellas quieren, no cuando a uno le apetece. Resopló e hizo un mohín de niña pequeña. Aquello era un fastidio. ¿Por qué diablos no se podía decidir cuándo y cómo tener una gran idea? sería divertido y bastante más productivo levantarse una mañana, sentarse en la mesa de trabajo y decir «Ale, vamos a tener una idea que hoy tengo ganas y fuerzas para llevarla a cabo» pero nada, que no, que no había manera, las cosas no ocurren siempre como uno desearía, más bien diría que al contrario, los acontecimientos suelen sucederse en contra de lo que uno planea aunque, bien es cierto, siempre suelen hallarse soluciones para estos contratiempos. 

Aburrida como estaba (y si me permitís añadirlo, también improductiva en cuanto al ámbito lectivo se refiere) decidió "cotillearse a si misma", o lo que es lo mismo, dado que tiene muy mala memoria, pensó que era buena idea y un entretenimiento saludable, echarle un ojo a lo que fuera que guardase en su mesa de estudio. 

Al abrir el cajón se encontró libros, unos cascos, posit de todos los colores del arcoiris, un par de cuentos engorrinados en hojas de papel arrancadas de cuadernos de amigos o compañeros, un paquete de clinex... en fin, nada del otro mundo, aunque si me oyera decir que los posits no son nada del otro mundo, es posible que me diera una colleja. ¡Siempre le han gustado esos pequeños papeles de colores! dice que le ponen de buen humor, y lo cierto es que, al verlos, dibujó en sus labios un esbozo de sonrisa. 

Se dispuso, después, a investigar qué se hallaba en el armario inferior del mueble. Allí encontró un disco duro con millones de fotos, de historias, de recuerdos y de momentos vividos o por vivir (sí, por vivir también, porque en él había planes de escapadas, de sueños realizables, de aventuras programadas con fecha indefinida). Un par de cuadernos, más libros y una roca con un secreto. 

De pronto sucedió. Se le encendió la bombilla, se iluminó su rostro, apareció su musa, llamadlo como queráis el caso es que la idea brotó. Esta vez, con aquel secreto de tiempos remotos puso la mano en el ratón y sintió vibrar las ideas. Ya sabía qué apariencia tendría el blog, debía ser caótico y dentro del caos ordenado. Tenía que parecer desorganizado a primera vista, para que sólo aquel que quisiera descifrar el enigma que componía se quedase a observarlo, a fin de cuentas era una porción de su vida, o de sus múltiples vidas. 

Tenía que ofrecer, también, distintos formatos al lector, «cada uno-pensó- debería ver las cosas clasificadas según su punto de vista y manías». Por último, y no menos importante, debía significar algo para ella. Así que mantuvo sus colores, su título, su estilo y hasta hizo que cada fuente de letra se correspondiese con algo relacionado con su forma de ser. 

Finalmente observó su obra y respiró...
Aquello volvía a tener la esencia de un lugar cualquiera, eso sí, con tres puntos suspensivos (probablemente hechos de granos de café). 


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