lunes, 13 de enero de 2014

Y del caos nacen las estrellas...

Aún recuerda la primera vez que sintió que tenía una ciudad a sus pies. Fue en París, en el mirador del Sacre Coeur, aquel día sintió que el mundo había bajado un poco la velocidad de vértigo a la que giraba y se enamoró de las pequeñas luces de la ciudad que, en aquel instante convivían con las últimos rayos de sol natural del ocaso. Aquel día comprendió que, desde ese momento, necesitaría siempre tener un lugar donde desconectar de ese modo allá donde viviese, aunque aquello costase bastante pues no en todas las ciudades hay, o es fácil conocer dónde se encuentra, un lugar como el que os he descrito. 
Tuvieron que pasar al menos tres años más para encontrar un sitio parecido en Madrid, un lugar donde se sintiese plenamente en libertad, como si los problemas se quedasen a la altura de la ciudad y ella pudiese verlos desde arriba. Aquel sitio era incluso mejor que el Sacre Coeur pues, como era más desconocido nunca había demasiada gente y, además, al estar en un parque podía sentarse en lo alto de una loma sintiendo el césped y el olor de la naturaleza mientras contemplaba su ciudad hermosa pero artificial y sentía la paz de aquellos instantes robados al tiempo. No quiso compartir aquel lugar con casi nadie, para ella era un sitio especial y sólo los más allegados tenían acceso a un sitio en el que residía tanta calma. 

Dejó un momento de recordar las sensaciones que tuvo entonces para seguir buscando el color pastel idóneo para hacer el difuminado del cielo. Si algo tenía el cerro es que, al llegar la noche, no reinaba un negro absoluto si no que convivían varios colores que iban desde el amarillo anaranjado de las contaminación lumínica hasta el azul oscuro casi negro en el que brillaban algunas estrellas que, traviesas, se atrevían a aparecer por una ciudad atestada de luces. 

- Ajá- dijo al encontrar los colores apropiados, mientras cogía un pañuelo para extenderlos después y fusionarlos en una mezcla lo más realista posible.

El dibujo que estaba haciendo era el resultado de unir  dos momentos maravillosos y alguno que aún tendría que llegar. Nunca se le había dado bien dibujar, de hecho no lo hacía desde 2007 y aún entonces había sido siempre, o casi siempre, copiado jamás inventado desde cero. Aquello estaba suponiendo todo un reto. Aunque supongo que, precisamente por eso, porque era complicado, suponía que el regalo tendría más fuerza incluso si salía mal. 

Mientras comenzaba a repasar bordes con rotulador y a borrar el lápiz de los contornos, rememoró el instante en que él puso su nueva ciudad bajo sus pies y la promesa que le hizo entonces «Prometo poner mi ciudad a los tuyos». Él, por aquel entonces, no podía llegar a comprender la confianza que estaba depositándole al hacer esa afirmación. LLevarle a su lugar, a su desconexión del mundo, era confiarle las llaves de uno de los sitios donde había sido más libre y, por lo tanto, ella misma. Era, de alguna manera decirle, tú me has enseñado este lugar tan similar al mío y tan especial que yo, algún día, prometo abrirte las puertas de quien soy enseñándote mi refugio.

Y ocurrió, ¡vaya que si! hizo falta tiempo y calma, pero, al final le llevó. No fue por la noche en su máximo apogeo pero, incluso a plena luz de tarde, el cerro rezumaba magia y belleza. Hablaron durante un buen rato, supongo que, como de costumbre, de experiencias vividas, gente de su entorno y curiosidades varias. Nada en especial y al mismo tiempo todo importante ya que contribuía a que se conociesen. 

-Y ahora... un poquito de lila y azul... - comentó para si misma mordiéndose el labio.
Morderse el labio era algo frecuente cuando estaba haciendo algo importante o que requería concentración, pasaba la lengua por el labio inferior, centraba la vista y ahí aparecía ese gesto que arrastraba desde niña, comenzaba a presionar el labio inferior con los incisivos superiores.- Un poquito más y ya sólo tendré que difuminar- dijo dándose ánimo pues llevaba ya más de tres horas con aquello y siguió recordando el final de esa primera visita con él al cerro. 

Mientras regresaba a casa en el coche, hablando emocionada de todo lo que había escrito subida en aquella pequeña montaña de cesped en la zona más alta de Madrid, y de lo increíble que se volvía por la noche con las luces de colores que le daban a la ciudad un aspecto más pausado, él le preguntó si algún día le enseñaría el sitio por la noche y ella, que normalmente hubiese contestado un "ya veremos" pues ya había confiado demasiado en él sin conocerlo lo suficiente, se sorprendió a si misma diciendo un "No lo dudes" que sonaba más a sentencia que a afirmación. 

De nuevo, y eso es algo que pasa con ella normalmente, cumplió su promesa. Porque si hay algo que debéis saber es que ella, da igual cuanto tiempo tarde o las dificultades que encuentre por el camino, si os promete algo y sigue siendo posible hacerlo, lo cumplirá tarde lo que tarde y le cueste lo que le cueste (creo que por eso tiene tanto cuidado con lo que afirma y promete). 

Fue una noche muy fría, y le llevó de improviso. Tuvieron el tiempo justo para subir, ver todas las luces de una ciudad que jamás duerme y salir corriendo congelados al coche entre risas y castañeteo de dientes. 

- Hora de difuminar y dar el último repaso- Dijo al fin con una sonrisa
Aquellos dos momentos vividos habían sido la inspiración del dibujo, pero lo que realmente le había impulsado a llevar a cabo semejante proyecto fue la certeza de que habría más. Habría noches estivales con la brisa veraniega observando las luces de una ciudad que, en verano, queda casi desierta. Sabía que habría atardeceres de libros y altas horas de la madrugada aprendiendo nuevas constelaciones. Sabía que aquel lugar seguiría siendo uno de sus refugios de Madrid, y, aunque seguiría encantándole cada vez que fuese sola, ahora parecía tener más alicientes cuando la visita era con su compañía. Con aquel despiste de hombre que, sin tener muy claro cómo se había colado en su vida y parecía dispuesto a quedarse, al menos, "mientras hubiese hueco en ella". 

Firmó el dibujo "Enero de 2014" y lo colocó en el marco. En él había una frase «Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas» Chaplin. 
Buscó papel de burbujas para protegerlo del viaje y lo envolvió mientras escribía un mensaje que rezaba: 
 «Tengo tu regalo terminado en mis manos. Al final no ha quedado del todo mal, igual hasta te gusta ;) prometo que vendrá acompañado de su pertinente historia»  
Y al fin apagó el flexo y recogió sus cosas. Estaba deseando volver a verle y ver que cara ponía al desenvolver su regalo. Quizás, con un poco de suerte él también veía recuerdos y futuro en aquel folio pintado.





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