Le gustaban los cafés calientes, las películas lacrimógenas, el olor de las palomitas recién hechas y el sonido del palpitar de los corazones ajenos. Odiaba que el tiempo se le escapara de las manos, no ser capaz de esbozar una sonrisa y sentirse vulnerable.
La verdad es que alguna vez nos cuestionamos el hecho de que sus exagerados cambios de humor se debieran, simplemente, a que estaba loca.
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