jueves, 6 de marzo de 2014

Con el hojaldre en el horno y mil pensamientos



Al terminar de poner el hojaldre en el horno se fue a lavarse las manos al baño. Mientras lo hacía contempló a la mujer que le devolvía la mirada al otro lado del espejo. Sin duda, los años también a ella le habían ido dejando sutiles marcas que un ojo bien entrenado no tendría demasiadas trabas para encontrar. 

Hizo la vista atrás. Quién le iba a decir a ella que en tan sólo un año y medio su vida habría dado tantas vueltas y ni que decir de todo lo que había pasado en los últimos 10 años...

Echaba de menos a algunas personas queridas, casi había olvidado a otras que salieron de su vida de un modo tan estrepitoso y extraño como entraron y se sentía decepcionada por gente de la que había esperado más, gente a la que ahora parecía no conocer de absolutamente nada aunque hubiese compartido vida e, incluso, casa. Sin embargo, también se daba cuenta de que, poco a poco, su vida se había llenado de gente maravillosa y buena que hacía que todo tuviera más sentido. Perduraban los buenos, desaparecían o se iban los malos y algún que otro despistado y, sobretodo, había aprendido que la vida puede sorprendernos en todos los sentidos, tanto para bien como para mal, pero que, siendo uno mismo, sin perderse, con entusiasmo y fuerza de voluntad uno puede conseguir lo que quiera, hasta el Universo, si hay buena predisposición te echa un cable.

Sonrío. Se guardaba un as en la manga. Y es que no sólo se había rodeado de gente maravillosa que hacía del mundo un lugar mejor si no que, además, había encontrado, de entre los miles de millones de personas del planeta a ese ser único e irrepetible que marcaba las arrugas de sonrisa de su cara, se ponía de su parte contra el mundo cuando hacía falta  y cada mañana se despertaba a su lado dándole fuerzas y ganas de continuar hasta con aquello que más le costaba. Estaba enamorada, como no lo había estado nunca. No se trataba de un amor ñoño del que hacer galantería y subir mil fotos. No era de esos de " te quiero mucho" y aquello de "yo te quiero más", "cuelga tú" y su correspondiente "No, bobo, cuelga tú" que se eternizan hasta el infinito. Aquello era más amor como el de sus padres. De ese que aunque te saque de quicio a veces te hace ser la persona más feliz del mundo, de ese en el que cuentas con tu mejor amigo, pero también cuentas con esa parte de "tu familia" que sabes que nunca te falla y siempre tiene reservada una sonrisa en los momentos malos. Era uno de esos amores tan reales que cualquier cosa de la rutina se convierte en lo más tierno del día sin ningún tipo de esfuerzo y, sobretodo, era algo que le hacía ser mejor persona y querer superarse cada día un poco más. 

Se secó las manos, le guiñó el ojo al espejo y se fue a continuar con su trabajo mientras el hojaldre se terminaba. Esperaba que cuando él llegase a casa estuviera listo y hubiera merecido la pena inventar.