Y tres puntos suspensivos
Señaló el destino, fijó el rumbo y, mientras comenzaba su travesía, sintió que no tenía nada claro qué derivas serían necesarias para alcanzar buen puerto, si es que no hundía el navío en el proceso. «Con todo -pensó- merece la pena intentarlo».
Qué difícil recomponer cristales rotos,
sin cortarse.