domingo, 26 de enero de 2014

Entre risas música y barniz

Aquel día olía a madera, leña y barniz. La música sonaba como acompañamiento del final de una tarde que recordaba al hogar, a los días en que, siendo más pequeña, pasaba las horas muertas en el garaje de una casa de campo intentando ayudar a montar muebles o hacer inventos a su padre. 

Sonrío mientras con el pincel comenzaba a dar los primeros broches de barniz en el primer mueble que montaban juntos. Era divertido haber pasado a ser protagonista de aquella historia, ser ella quien, después de tantos años de observadora, atornillaba. Seguía siendo ayudante también, pero ahora, ya no lo era de un genio con nombre peculiar al que llena de admiración llamaba padre. Ahora ayudaba a sujetar las piezas que aquel caballero (doblemente Caballero) encajaba para darle forma, más que a un mueble, a una ilusión.

Es cierto que había ocasiones en que el hogar parecía quedar demasiado lejos pues, sobretodo en aquellas fechas en las que el dolor de la pérdida estaba tan presente, 500 km resultaban ser demasiados cuando lo que se pretendía era dar un abrazo de esos que llegan a los huesos y sanan un poco el corazón. Sin embargo, sorprendentemente, y pese a todo, había conseguido hacerse su pequeño hueco en aquel lugar tan alejado de casa y encontrar, en aquellas personas maravillosas, algo parecido a una segunda familia.


Me pasas el pincel- dijo él sin percibir su abstracción
¿Ehm?
El pincel...- dijo él señalando a su lado 
Ah, si si, perdona- contestó ella volviendo al mundo real
El sonrió
¿En qué pensabas, si puede saberse?- Dijo intrigado 
En lo afortunada que soy, en la suerte que tengo- contestó guiñándole un ojo

Y ambos siguieron pintando, hablando, planeando, soñando en voz alta y disfrutando de aquel Domingo con olor a infancia, felicidad, momentos inolvidables y familia. 

Al terminar y ver el trabajo se miraron orgullosos y estuvieron de acuerdo en que aquella tarde además de divertida había sido productiva y acabaría formando parte de aquel álbum de recuerdos mágico y sorprendente al que llamaban vida. Mientras se montaban al coche para regresar a la ciudad, ella le miró, sonrió y pensó «Ojalá, del modo que sea, encuentres la manera de quedarte, como poco, para siempre» y con las mismas se dispuso a poner música, pues, como ambos bien sabía, no había viaje sin música, conversación y alguna sonrisa.

Así eran aquel par de dos ¿y sabéis qué es lo mejor? No se hubieran cambiado por nadie pues en su pellejo las cosas más sencillas cobraban sentido y resultaban más especiales, más divertidas...así era su vida. Caos, caidas y, sobretodo, entusiasmo y alegría.









viernes, 17 de enero de 2014

Lucía

Me sorprende como las pequeñas cosas me recuerdan a ti. Como de pronto una pequeña tontería hace que enfile directamente hasta tu habitación convencida de encontrarte. Ahora mismo, por ejemplo, acabo de sacar una bolsa de palomitas recién hechas del microondas y toda la casa huele a maiz. No he podido evitar apartar unas poquitas "voy a llevarle unas palomitas a la yaya a la habitación que sé que le gustan mucho" después me he dado cuenta de que ya no estás y he sentido un absoluto vacío apoderándose de mi. 

Es cierto, te fuiste hace un par de días y aún soy incapaz de asumir que esto es definitivo. Jamás había pensado que podría perderte así, siempre me has parecido una mujer increíblemente fuerte...sé que nadie está preparado para perder a un ser querido pero puedo asegurarte que yo lo estaba aún menos para que tú te fueras, aún no logro entenderlo quizás me queda el consuelo de pensar que, si existe algo más allá, tú estarás disfrutando de la compañía de tu marido, tu hijo, y el resto de tu familia. Aún así me parece tan injusto...Pero en fin dejemos de hablar de mí. Hablemos de ti.. 

Porque no sé si lo sabréis pero mi yaya, (a la que por cierto no le gustaba nada que la llamaran "abuela" porque decía que eso es para viejos...xD) es (y sí, digo es porque para mí siempre seguirá siéndolo en mi corazón) una persona maravillosa y realmente especial. Sé que todo el mundo puede decir eso de las personas a las que quiere, pero os aseguro que ella realmente lo es.. 

Parisina de nacimiento aunque manchega de corazón jamás ha sabido lo que es el concepto "rendirse", sacó adelante (siempre con la ayuda y el apoyo de mi abuelo) a tres hijos maravillosos, aprendió a hacer doscientas manualidades diferentes y preciosas, la mayoría increíblemente complicadas y modernas, y jamás perdió la sonrisa de sus labios, aunque las cosas se complicasen. superó la pérdida de mi abuelo, y, aunque sólo ella sabe lo que debió costarle, siguió adelante tras la muerte de su hijo mayor, mi tío. 

No digo que no tuviese defectos, ¡Claro que los tenía! era  muy traviesa y más cabezota que una mula lo cual, por cierto, también le vino bien para ser quien era y superar los obstáculos de la vida. Era tremendamente golosa y muy golismera, le encantaba enterarse de lo que sucedía a su alrededor y si se empeñaba en algo que pensaba que era bueno para ti no hubiese aceptado jamás un "no" por respuesta. Tenía muchísimo genio cumplía aquello de "genio y figura" , aunque normalmente sabía dosificarlo. En resumen, era mi yaya, y todos esos pequeños "defectos" hacían de ella la mujer maravillosa que fue y que seguirá siendo siempre en mi recuerdo. Porque para mí, todas esas cosas no eran fallos, si no características increibles de su personalidad que la hacían tan sumamente genial. 

En cuanto a la lista de virtudes que tiene... puff.. esa si que es tremendamente larga. Por decir sólo unas cuantas era cariñosa, divertida, entregada y, en definitiva, una persona buena desde la cabeza a los pies. 

Como veis Lucía es, era y será, una persona increíble, buena, maravillosa pero, sobretodo, era mi yaya, una mujer que siempre estuvo ahí, que me contaba cuentos por las noches y me dejaba dormir abrazándola cuando tenía miedo o simplemente no quería dormir sola. Esa persona que preparaba nuestra comida preferida cuando sabia que íbamos a venir y que nos hizo un castillo de chocolate con foso y guardias de gominola. 

En fin, por desgracia, ya no está, no puedo volver abrazarla ni decirle que le doy mil besos "de no querer" y aquello de "que no se dise, pos si se dise, joé joé joé" pero si puedo recordarla, si puedo tenerla presente y seguir queriéndola como siempre, porque esté donde esté, desde luego el cariño jamás desaparece.

Te quiero Yaya. Y te querré Siempre.

lunes, 13 de enero de 2014

Y del caos nacen las estrellas...

Aún recuerda la primera vez que sintió que tenía una ciudad a sus pies. Fue en París, en el mirador del Sacre Coeur, aquel día sintió que el mundo había bajado un poco la velocidad de vértigo a la que giraba y se enamoró de las pequeñas luces de la ciudad que, en aquel instante convivían con las últimos rayos de sol natural del ocaso. Aquel día comprendió que, desde ese momento, necesitaría siempre tener un lugar donde desconectar de ese modo allá donde viviese, aunque aquello costase bastante pues no en todas las ciudades hay, o es fácil conocer dónde se encuentra, un lugar como el que os he descrito. 
Tuvieron que pasar al menos tres años más para encontrar un sitio parecido en Madrid, un lugar donde se sintiese plenamente en libertad, como si los problemas se quedasen a la altura de la ciudad y ella pudiese verlos desde arriba. Aquel sitio era incluso mejor que el Sacre Coeur pues, como era más desconocido nunca había demasiada gente y, además, al estar en un parque podía sentarse en lo alto de una loma sintiendo el césped y el olor de la naturaleza mientras contemplaba su ciudad hermosa pero artificial y sentía la paz de aquellos instantes robados al tiempo. No quiso compartir aquel lugar con casi nadie, para ella era un sitio especial y sólo los más allegados tenían acceso a un sitio en el que residía tanta calma. 

Dejó un momento de recordar las sensaciones que tuvo entonces para seguir buscando el color pastel idóneo para hacer el difuminado del cielo. Si algo tenía el cerro es que, al llegar la noche, no reinaba un negro absoluto si no que convivían varios colores que iban desde el amarillo anaranjado de las contaminación lumínica hasta el azul oscuro casi negro en el que brillaban algunas estrellas que, traviesas, se atrevían a aparecer por una ciudad atestada de luces. 

- Ajá- dijo al encontrar los colores apropiados, mientras cogía un pañuelo para extenderlos después y fusionarlos en una mezcla lo más realista posible.

El dibujo que estaba haciendo era el resultado de unir  dos momentos maravillosos y alguno que aún tendría que llegar. Nunca se le había dado bien dibujar, de hecho no lo hacía desde 2007 y aún entonces había sido siempre, o casi siempre, copiado jamás inventado desde cero. Aquello estaba suponiendo todo un reto. Aunque supongo que, precisamente por eso, porque era complicado, suponía que el regalo tendría más fuerza incluso si salía mal. 

Mientras comenzaba a repasar bordes con rotulador y a borrar el lápiz de los contornos, rememoró el instante en que él puso su nueva ciudad bajo sus pies y la promesa que le hizo entonces «Prometo poner mi ciudad a los tuyos». Él, por aquel entonces, no podía llegar a comprender la confianza que estaba depositándole al hacer esa afirmación. LLevarle a su lugar, a su desconexión del mundo, era confiarle las llaves de uno de los sitios donde había sido más libre y, por lo tanto, ella misma. Era, de alguna manera decirle, tú me has enseñado este lugar tan similar al mío y tan especial que yo, algún día, prometo abrirte las puertas de quien soy enseñándote mi refugio.

Y ocurrió, ¡vaya que si! hizo falta tiempo y calma, pero, al final le llevó. No fue por la noche en su máximo apogeo pero, incluso a plena luz de tarde, el cerro rezumaba magia y belleza. Hablaron durante un buen rato, supongo que, como de costumbre, de experiencias vividas, gente de su entorno y curiosidades varias. Nada en especial y al mismo tiempo todo importante ya que contribuía a que se conociesen. 

-Y ahora... un poquito de lila y azul... - comentó para si misma mordiéndose el labio.
Morderse el labio era algo frecuente cuando estaba haciendo algo importante o que requería concentración, pasaba la lengua por el labio inferior, centraba la vista y ahí aparecía ese gesto que arrastraba desde niña, comenzaba a presionar el labio inferior con los incisivos superiores.- Un poquito más y ya sólo tendré que difuminar- dijo dándose ánimo pues llevaba ya más de tres horas con aquello y siguió recordando el final de esa primera visita con él al cerro. 

Mientras regresaba a casa en el coche, hablando emocionada de todo lo que había escrito subida en aquella pequeña montaña de cesped en la zona más alta de Madrid, y de lo increíble que se volvía por la noche con las luces de colores que le daban a la ciudad un aspecto más pausado, él le preguntó si algún día le enseñaría el sitio por la noche y ella, que normalmente hubiese contestado un "ya veremos" pues ya había confiado demasiado en él sin conocerlo lo suficiente, se sorprendió a si misma diciendo un "No lo dudes" que sonaba más a sentencia que a afirmación. 

De nuevo, y eso es algo que pasa con ella normalmente, cumplió su promesa. Porque si hay algo que debéis saber es que ella, da igual cuanto tiempo tarde o las dificultades que encuentre por el camino, si os promete algo y sigue siendo posible hacerlo, lo cumplirá tarde lo que tarde y le cueste lo que le cueste (creo que por eso tiene tanto cuidado con lo que afirma y promete). 

Fue una noche muy fría, y le llevó de improviso. Tuvieron el tiempo justo para subir, ver todas las luces de una ciudad que jamás duerme y salir corriendo congelados al coche entre risas y castañeteo de dientes. 

- Hora de difuminar y dar el último repaso- Dijo al fin con una sonrisa
Aquellos dos momentos vividos habían sido la inspiración del dibujo, pero lo que realmente le había impulsado a llevar a cabo semejante proyecto fue la certeza de que habría más. Habría noches estivales con la brisa veraniega observando las luces de una ciudad que, en verano, queda casi desierta. Sabía que habría atardeceres de libros y altas horas de la madrugada aprendiendo nuevas constelaciones. Sabía que aquel lugar seguiría siendo uno de sus refugios de Madrid, y, aunque seguiría encantándole cada vez que fuese sola, ahora parecía tener más alicientes cuando la visita era con su compañía. Con aquel despiste de hombre que, sin tener muy claro cómo se había colado en su vida y parecía dispuesto a quedarse, al menos, "mientras hubiese hueco en ella". 

Firmó el dibujo "Enero de 2014" y lo colocó en el marco. En él había una frase «Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas» Chaplin. 
Buscó papel de burbujas para protegerlo del viaje y lo envolvió mientras escribía un mensaje que rezaba: 
 «Tengo tu regalo terminado en mis manos. Al final no ha quedado del todo mal, igual hasta te gusta ;) prometo que vendrá acompañado de su pertinente historia»  
Y al fin apagó el flexo y recogió sus cosas. Estaba deseando volver a verle y ver que cara ponía al desenvolver su regalo. Quizás, con un poco de suerte él también veía recuerdos y futuro en aquel folio pintado.